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lunes, 17 de octubre de 2011

La perfección del cuerpo

Sin duda la sociedad nos empuja y nosotros nos abandonamos al dulce fluir de su cauce.
Cuerpos perfectos, depilación completa, ahora también para ellos, cremas, maquillajes…

La perfección corporal está asociada a la idea de la modernidad, detrás de todo ello la filosofía es: ser joven, deportista, vestirse y saber danzar los ritmos de moda para ser moderno.

Tampoco hay que creer que es tarea fácil armarse de voluntad y saber decir no a cuantas tentaciones pasan delante de nuestros ojos, incitando continuamente la solidez de nuestra determinación. Hacer dieta, ir al gimnasio o incluso realizarse una operación de cirugía estética, empieza a ser algo vital en nuestras cotidianidades, pero nada escapa al sacrificio.

¿Y quién no ha sentido gratitud pensando poseer un cuerpo escultural? 

Presente en todos los segmentos sociales. La elección o la forma en que se practica estará asociado, probablemente, a las demás esferas de la vida. El lenguaje corporal es, y seguirá siendo, señal de distinción social.

La exposición del cuerpo ocupa un lugar destacado allá donde miremos. Incluso la publicidad suscita nuestra atención mostrando cuerpos perfectos, a pesar de que en muchas ocasiones no está relacionado con el producto que se vende. En cualquier caso, en mi opinión, resulta enormemente gratificante observarlos limpios de cualquier imperfección, exentos de vellosidades que rompen con antiguos mitos que insinuaban al hombre más bello cuanto más poblado de pelo era su cuerpo, y antiguas creencias en las que la belleza de la mujer residía en sus redondeces. 

Pero… ¿por qué nos atrae lo físico, si al final la belleza humana está en las virtudes y los sentimientos que guarda el corazón? ¿Es tan importante sentirse bello por fuera para quererse por dentro? O por el contrario, ¿profundizamos y analizamos poco nuestra actitud, nuestros valores, para dar importancia a lo estético? 
¿Por qué luchar contra natura, para que nos amen o para amarnos a nosotros mismos?
En fin, indistintamente del fondo que se tenga, ¿a quien no le gusta que le admiren?

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