La excitación se podía respirar en la opacidad de la habitación. Necesitaba esconderme entre las sombras para contemplar, sin que estallaran sentimientos contrariados, otra piel sobre la suya.
Arde en mi la necesidad de poseerle exclusivamente, pero capto la impetuosidad de mi sexo con el roce de una piel ajena en nuestro lecho. Me resulta insólito y misterioso asentir la presencia de un cuerpo forastero entre nuestra complicidad, besando aleatoriamente a uno o a otro, sin pedir nada a cambio. Nos amamos, formando un trio sexual, con exaltada pasión buscando conjuntamente la cima del clímax, entre una mezcla de extrañeza y gratitud. Despertando con la resaca típica de una noche loca entre mezcladas esencias de transpiración y sexo, con la complacencia que se siente después de culminar uno o múltiples orgasmos.
La profundidad de su pupila reveló su sed, estremeció mi equilibrio su apetito y respiré cuando el calmó mi inquietud. Solo si tú de veras lo deseas, dijo. Lo deseé en ese momento más que nunca, para complacerle, sin pensar apenas en mi misma.
Habitualmente implicamos los cinco sentidos, el cuerpo y el alma en nuestra relación, pero ¿seremos capaces de compartirlo? ¿Por qué si el amor que es cosa de dos, el sexo no nos va a importar dividirlo?
Según una pequeña encuesta entre mis conocidos resulta una práctica principalmente deseada por la mente masculina. Para nosotras el sexo equivale al cordón umbilical que enlaza con el amor, no basado en el mero hecho de recibir o dar placer, tal vez por eso nos resulte ingrato de compartir.
Llegado el momento surgió otra duda, ¿a quién invitamos? Si es conocido resultará agradable tenerle entre nosotros pero, si no resulta… será violento su encuentro luego. ¿Con quién se puede hacer un trío sexual, donde no vayan a herirse los sentimientos, no hayan situaciones incomodas después, pero a la vez exista suficiente confianza para sentirse libre y desinhibido?
Pagar, como en la mayoría de los casos, lo resuelve todo, aunque resulte fatigoso entregarse a quien te recibe como un empleo.
¿Chico o chica? Fue sólo una pregunta esencial, pero hay quien no barajó las dos opciones. ¿Fue egoísta su posición o acaso lo fui yo por plantearle sexo con otro hombre? Que injusto dar por hecho que para nosotras resulte más fácil vincularnos con nuestro mismo sexo. ¿Por qué ellos no dejan atrás sus prejuicios para vivirlo libre de connotaciones homosexuales? En fin este será otro tema.
Es obvio que la primera vez será una chica la que nos acompañe.
¿Será como en mis sueños? ¿Seré capaz de acariciar, lamer o besar otros senos? Creo que sí. Lo que no sé es si me enojará que lo haga él.
Pasados unos meses acudimos, siguiendo la tradición de cada jueves, al mismo club nocturno donde de forma habitual nos congregamos con la prole de amigos compartidores de afinidades, buenos momentos y algunas copas, nada auguraba ningún cambio, excepto la complicidad de pensamiento que bullía entre nosotros dos.
Cuando otra visita del camarero hizo evidente la considerable suma de rondas y empezaba a barajarse la prudente idea de marchar, se sentó en la mesa contigua a la nuestra una pareja de chicas que emanaban una lucha dialéctica entre ellas y alimentó la curiosidad del personal circunvecino. - Como pareja tienen mucho que enmendar, opinó uno de nuestros amigos.
Fue extraordinario, jamás pude imaginar tan dulce el sabor de una piel femenina, ni la melosidad de sus labios, y con que consumada paciencia su sexo deleitaba nuestros cuerpos sin dedicar más o menos tiempo a uno que a otro, como si nos mimara individualmente tratando de no causar recelos entre nosotros. Nos cautivó su cortesía y colmó nuestros deseos con tanta exquisitez y respeto que repetimos un sinfín de veces más, incluso alguna de ellas a dúo mientras él trabajaba…
Le informé de mi supuesta infidelidad el mismo día que ocurrió y vislumbré en sus ojos abismos de pánico a perderme. Le quise más por eso. Él captó, en todos los encuentros, como se fundía el cuerpo de ella contra el mío arrebatando parte de su espacio, pero no dijo nada porque vivificaba mi dicha y confiaba en mi coalición.
Y un día mi diosa se fue. Aún encontrando fugaces deseos de huir con ella, pesó más el pacto que tenía conmigo misma en honor al amor y al compromiso que siento con él.
Cuando empezamos esta aventura lo hicimos licuados como si fuésemos uno, lo vivimos dedicándonos cohesión imperturbable y por mucho que la sigo venerando mi vida habita con él.
De ella supe, tiempo después, que volvió con la amante que la acompañaba el día que la conocí, y conmigo viaja cada instante su grato recuerdo. Tal vez el error, si es que lo hubo, fue repetir la experiencia en más de una ocasión con la misma persona, creando, sin pretenderlo, vínculos afectivos adversos a los que ya tenemos.

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Gracias por vuestra participación en mi Blog. Por querer compartir conmigo la perseverancia que mantiene la pasión y dar ese toque sensual necesario a la vida cotidiana.
Solo contestaré a comentarios que crea que lo requieren, pero aprovecho para agradeceros tan grato alimento. Saludos.