Añoro los pretéritos veranos y con ellos las vacaciones, con el
calorcito acumulado en las playas rebosantes de ambiente “giri” ataviados con
coloridos y frescos atuendos, envueltos en la tranquilidad y el frescor nocturno
de las altas montañas o de asueto en algún paraje exótico en un país donde sería
un horror perderse. Lugares que por la ausencia de relojes acentúan las tentaciones
a la distensión, desafiando y activando los fluidos corporales a la necesidad
sexual.
Ajadas vacaciones que algunos hemos vivido evocando tiempos de
infancia imponiendo al navegador del coche enfilar “pal pueblo”, a pesar de que
la insufrible diferencia de temperatura estrangulará nuestros pulmones en un
intento de asfixia en cuanto cedamos a la comodidad que proporciona el aire
acondicionado del vehículo. Donde una gran familia, a pesar de que muchos por
edad ya faltan y otros son casi desconocidos, nos espera con los brazos
abiertos. O eso creemos.
Reestructuran sus
casas con la mejor de las intenciones, porque no aceptan que te alojes en el
hostal del pueblo, sin percibir nuestro deseo a la intimidad, y nos acomodan entre
niños y abuelos que descomponen nuestra idea de vacaciones (relax, follar,
comer, follar, dormir, follar de nuevo, indistintamente del orden).
Así que este año nos hemos librado del conocido Síndrome postvacacional y emocionados celebramos la vuelta a casa,
donde leales nos esperan nuestra colección de vibradores, fetiches y demás complementos eróticos
que impulsaran de nuevo nuestra actividad sexual.
Va a ser que tienen razón los abuelos cuando dicen: Como en
casa en ningún sitio…
Jajaja... parece que lo has escrito pensando en mi.
ResponderEliminarQue verdad mas grande, deseando que acaben las putas vacaciones porque como en casa en ningún sitio.
Cuando más lo leo, mas identificada me siento (joder).